La inflación y la recesión no ceden, se van agotando los dólares adelantados por el Fondo Monetario Internacional y se piden nuestro préstamos simplemente para atajar al dolar, no aparecen posibilidades de generar divisas y las inversiones no solo no llegan, sino que –muchas de ellas- se van muchas buscando mejores y más seguras condiciones. Ahora hasta abrieron la puerta para dar de baja a millones de jubilaciones.
"Mucha gente sentada en sillas, comentando la política económica, nos pide que demos de baja las jubilaciones que fueron otorgadas por el régimen de moratorias previsionales durante el kirchnerismo".Nicolás Dujovne - Ministro de Hacienda y Finanzas
Mientras el gobierno del Sr. Tijeras Macri insiste en que "estamos en el camino correcto", la tozuda realidad dice lo contrario. Los datos de los últimos días ratifican que el poder económico le está retirando su apoyo al gobierno y las distintas variables económicas están prácticamente fuera de control y –en cualquier momento- pueden derivar en una crisis para la cual el gobierno carece de respuestas.
Y mucho de esto se predijo en lo que lso medios oficialistas denominaron "la campaña del miedo" (que se quedó corta), y no es que tengamos una bola de cristal, no es que predecimos el futuro, simplemente aplicamos algo de penamiento crítico y sobretodo atendemos al "modelo" (la raíz de todo mal) que representa cada espacio político. Ya habíamos dicho, junto con mucha otra gente, que el amarillo Macri nos llevaría otra vez al 2001. Muchos despistados no lo vieron así, y ahora pagamos las consecuencias.
A continuación, copio la nota original de Itaí Hagman, economista y referente de la organización Patria Grande, publicada en el diario Ambito el martes pasado.
Usualmente contrastamos la política económica del gobierno con lo que creemos que debiera hacerse. Al partir de principios y marcos teóricos diferentes, naturalmente las coincidencias con el recetario del equipo económico suelen ser nulas. Nadie espera que un gobierno aperturista proteja la industria nacional o que un elenco de grandes empresarios se preocupe por la distribución del ingreso. Pero ¿qué sucede si analizamos los resultados de la política económica de Cambiemos en sus propios términos?Itaí Hagman
El gobierno comenzó su gestión con un diagnóstico centrado en tres ejes principales: 1) Argentina sufre escasez de divisas como resultado de su falta de integración "al mundo". Estamos aislados; 2) La espiral inflacionaria es consecuencia del abultado déficit fiscal financiado con emisión monetaria. No se puede gastar más de lo que se gana; 3) La economía se encuentra estancada como consecuencia de la falta de inversión privada que resulta inviable por los altos impuestos y la inseguridad jurídica. Falta de confianza en los mercados.
Sobre la base de este diagnóstico, ejecutó una política acorde. Para "reinsertarse en el mundo", pagó al contado la deuda con los "fondos buitres" por 11.700 millones de billetes verdes e inició un nuevo ciclo de endeudamiento. Para atacar el déficit fiscal comenzó una política de recortes del gasto público, principalmente la reducción de los subsidios a los servicios públicos en general y a la energía en particular (del 15% al 6% del gasto total entre 2015 y 2018). Para reactivar la economía, le sacó a las empresas "el pie del Estado de encima" reduciendo o quitando impuestos como retenciones, ganancias, bienes personales, contribuciones patronales, entre otros.
Es evidente que el programa económico del gobierno guarda coherencia con el diagnóstico realizado. Como objeción a esa política economistas heterodoxos y desde la oposición política planteamos que aun logrando los objetivos declamados en materia de divisas, inflación y crecimiento, las consecuencias serían un aumento del desempleo, caída del salario real, redistribución negativa del ingreso y aumento de la pobreza, destrucción de industria nacional, expansión de la renta financiera y riesgo de insustentabilidad de la deuda a mediano plazo. Pero aquí no nos concentramos en esas objeciones sino analizar los resultados de Cambiemos en sus propios términos, es decir contrastándolos con los esperados y prometidos y no con lo que hubiera hecho un gobierno de otro signo.
Siguiendo el razonamiento los resultados que debieran plasmarse serían: 1) una situación holgada de reservas en el Banco Central, gracias a los cuantiosos ingresos generados por el financiamiento en el exterior (tanto productivo como de cartera); 2) una tendencia decreciente de la inflación gracias a la austeridad monetaria y la caída del gasto público, la apertura importadora y baja de salarios; 3) una expansión productiva moderada derivada del aumento de la rentabilidad del sector empresario, la llegada de inversión extranjera y del shock de "confianza" logrado con el cambio market-friendly de la política económica.
¿Se cumplió al menos una de estas tres promesas? No sólo que ninguna ocurrió sino que incluso podemos afirmar que las tres variables agravaron su situación. La inversión extranjera directa en 2017 fue de 2.361, apenas por encima del promedio de 2.291 entre 2012 y 2015. Las inversiones financieras si bien se multiplicaron, fueron las primeras en irse cuando cambió el contexto internacional y fueron las que desencadenaron la corrida cambiaria. Y finalmente la inflación pasó de ubicarse en en 23,8% para octubre de 2015 (dato IPC CABA) y hoy supera el 30%. Al momento de las elecciones de 2015 el riesgo país se ubicaba en 519, hoy se encuentra en 700.
En resumen, las proyecciones de inflación y el cuadro recesivo revelan indicadores peores a los valores exhibidos en diciembre de 2015. El gobierno ha logrado algo que ningún gobierno neoliberal anterior había hecho: no poder mostrar ni un solo resultado parcial positivo al menos de corto plazo. En el pasado, políticas de este tipo (como la convertibilidad menemista) lograban bajar la inflación aunque lo hacían a costa de empeorar los niveles de empleo y salarios. O eran eficientes para atraer inversión extranjera directa en grandes cantidades, aunque su contrapartida eran las privatizaciones y la destrucción de la industria nacional. Pero el macrismo ha fracasado incluso analizándolo en términos comparativos con otros gobiernos similares. De allí el enojo hasta de los economistas más ortodoxos que se pasean por los programa de televisión.
El fracaso del programa económico de Cambiemos, incluso en sus propios términos, es consecuencia de un mal diseño, de una mala política, mal aplicada y en el contexto global equivocado. Para ver un ejemplo concreto, el manejo de la corrida cambiaria iniciada en mayo sintetiza toda esta práctica errática.
Cuando se desencadena una corrida contra la moneda, un gobierno que no está dispuesto a establecer regulaciones cambiarias ni control de capitales, puede responder con tres medidas principales. Vender dólares para sostener el tipo de cambio, asumiendo el costo de hacer más vulnerable el reservorio del Banco Central. Una segunda opción es subir la tasa de interés para volverla más atractiva que el dólar, a costa de generar un efecto recesivo en la actividad económica. O finalmente puede convalidar la devaluación, asumiendo su inevitable impacto en los precios locales. Como se ve, cada respuesta está asociada a un problema.
Dicho de otro modo, el gobierno podía elegir sacrificar una de sus tres promesas: abundancia de dólares, crecimiento económico o caída de la inflación. ¿Cuál de estas tres políticas hizo Cambiemos? La respuesta evidencia el fracaso económico: todas. El gobierno tomó las tres medidas juntas: perdió reservas, subió la tasa de interés y convalidó la devaluación. ¿Resultado? Los tres problemas a la vez: menos reservas en el Banco Central, recesión de la actividad económica y aumento de la inflación.
Retomando los objetivos del gobierno señalados inicialmente y realizando un balance del diagnóstico, programa económico y resultados esperados, podemos afirmar sin lugar a dudas que incluso en sus propios términos, la política económica de Cambiemos ha resultado un fracaso estrepitoso. En los anales del neoliberalismo, sin dudas la experiencia macrista quedará asociada a los peores equipos de la historia.
Las denuncias sobre una generalizada corrupción (aún con la protección de los medios oficialistas), junto a una realidad social insoportable, una economía sin rumbo, forman parte de un futuro y una perspectiva próxima que pinta feo. Quizás nos sirva para empezar a aplicar algo de pensamiento crítico sobre nosotros como sociedad y el "modelo" que queremos para nuestro país.
Si no lo hacemos, nos seguirán pasando estas "cosas", donde la realidad nos ataca todos los días. Ya lo dice el dicho; "cada pueblo tiene el gobierno que se merece".
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